Entérese de la fisiopatología del párkinson y cómo está relacionada con la degeneración de las neuronas dopaminérgicas. Encuentre aquí la información.
La enfermedad de Parkinson (EP) se caracteriza por la pérdida progresiva de neuronas productoras de dopamina localizadas en ciertas regiones del Sistema Nervioso Central (SNC), como en la región pars compacta de la sustancia negra.1 Asimismo, la degeneración que sufren las neuronas dopaminérgicas podría estar relacionada con la disfunción mitocondrial, la agregación de α-sinucleina, estrés del retículo endoplasmático o la desregulación de la homeostasis intracelular de calcio.2
La disfunción mitocondrial se relaciona con la disminución de la actividad del complejo I de la cadena transportadora de electrones, un mecanismo similar al MPTP, toxina que causa parkinsonismo y, a su vez, la muerte de neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra.2
La α-sinucleina está asociada con la exocitosis de las vesículas sinápticas y la liberación de neurotransmisores. La proteína α-sinucleina que codifica mutaciones en el gen SNCA, produce una mala agregación junto con unas fibrillas conocidas como cuerpos de Lewy, las cuales se acumulan y podrían desencadenar un efecto neurotóxico. Por otro lado, la desregulación de la homeostasis intracelular de calcio produce la activación de enzimas que origina una cascada apoptótica en las neuronas.2
Las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra pars compacta pertenecen a la vía nigroestriatal proyectada hacia los ganglios basales. Generalmente, la liberación de dopamina produce una inhibición sobre las neuronas estriatales con receptores D2 (vía indirecta), dicha inhibición disminuye en la EP debido a la deficiencia de dopamina.1,2 Por otra parte, la dopamina también ejerce un efecto excitatorio sobre las neuronas con receptores D1 (vía directa); al ocurrir una disminución en la acción dopaminérgica sobre estas neuronas con receptores D1, se mitiga la acción inhibitoria de las neuronas estriatales sobre el globo pálido interno (GPi) y la sustancia negra pars reticulata,1 lo que permite que este último emita impulsos excitatorios a la corteza motora y, así finalmente, generar una actividad motora en forma de temblor.2
La Sociedad de Trastornos del Movimiento (MDS) indica que el diagnóstico definitivo de la EP no es completamente posible, entre un 75 % y un 95 % de los diagnósticos en pacientes se confirmaron mediante un estudio anatomopatológico. A pesar del avance tecnológico en el campo médico, técnicas como la imagen por resonancia magnética (IRM) no es beneficiosa para el diagnóstico de la EP. Usualmente, la IRM o la tomografía computarizada se encargan de descartar lesiones cerebrales y otras causas del parkinsonismo.3
El inicio de la EP es lento y progresivo, dentro de los principales signos motores iniciales se encuentra el temblor de reposo, que es la manifestación inicial más frecuente; generalmente inicia en una extremidad, y luego, aparece en los labios, mandíbula, lengua e incluso, alguna extremidad inferior. De igual forma, la rigidez, que es causada por un incremento del tono muscular que perjudica a todos los grupos musculares. En la EP, esta resistencia está presente a lo largo de todo el movimiento.4
Cuando la EP inicia antes de los 40 años se define como “EP de inicio temprano” y sus características en la manifestación de la enfermedad son las mismas que en pacientes de mayor edad. Para lograr el diagnóstico de la EP en pacientes menores de 40 años, primero se deben descartar otras causas de parkinsonismo juvenil, como la enfermedad de Wilson; o enfermedades neurológicas hereditarias como la enfermedad de Huntington o la enfermedad de Machado-Joseph.4
Aunque la falta de precisión en el diagnóstico de la EP aun es materia de estudio, éste sigue rigiéndose mediante la exploración neurológica y el imperioso seguimiento del paciente, basándose también en los principales criterios de las manifestaciones clínicas que permiten una mayor precisión en el diagnóstico de la enfermedad.4
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Referencias