La hiperplasia prostática benigna (HPB) es una afección prevalente en hombres mayores, caracterizada por el crecimiento no maligno del tejido prostático, lo que puede llevar a una obstrucción del tracto urinario inferior (LUTS) y a una disminución significativa de la calidad de vida (1).
Los síntomas comunes incluyen aumento en la frecuencia urinaria, urgencia, flujo urinario débil y nicturia, todos los cuales afectan negativamente la vida diaria de los pacientes (2). Los bloqueadores alfa-adrenérgicos son una de las principales opciones de tratamiento farmacológico para la HPB y actúan relajando el músculo liso del cuello de la vejiga y la próstata, lo que facilita el flujo de orina (gráfica 1) (3).
Dentro de esta categoría, los bloqueadores alfa uroselectivos, como tamsulosina y silodosina, han demostrado ser particularmente efectivos debido a su alta afinidad por los receptores alfa-1A adll sn eer desst safctpl u mstec p trenérgicos, que están predominant ombinadasbrdR aemente localizados en el músculo liso prostático y del cuello vesical (4). Esta selectividad resulta en una mayor eficacia y un perfil de seguridad más favorable en comparación con los bloqueadores alfa no selectivos, que afectan también los receptores alfa-1B adrenérgicos presentes en los vasos sanguíneos, lo que puede llevar a efectos adversos como la hipotensión ortostática (5).
Estudios clínicos han demostrado que los bloqueadores alfa uroselectivos son efectivos para mejorar los síntomas del tracto urinario inferior asociados con la HPB, reduciendo significativamente las puntuaciones en el International Prostate Symptom Score (IPSS) y mejorando la calidad de vida relacionada con la función urinaria (6). Por ejemplo, en un estudio comparativo (Jindan L, et al. 2022), tamsulosina mostró una reducción significativa de los síntomas urinarios con una mejor tolerabilidad en comparación con otros bloqueadores alfa menos selectivos (7). Silodosina, otro bloqueador alfa uroselectivo, ha mostrado una eficacia comparable, con el beneficio adicional de una menor incidencia de hipotensión debido a su alta selectividad por los receptores alfa-1A (8). Además, se ha observado que los bloqueadores alfa uroselectivos tienen un inicio de acción rápido, con mejoras en los síntomas que pueden ser notables dentro de las primeras 48 horas de tratamiento, lo que representa una ventaja clínica significativa en el manejo de la HPB (9).
El perfil de seguridad de los bloqueadores alfa uroselectivos es uno de los aspectos que los distingue en el manejo de la HPB. La selectividad por los receptores alfa-1A minimiza los efectos secundarios cardiovasculares, como la hipotensión ortostática, que son más comunes con los bloqueadores alfa no selectivos (5). Sin embargo, uno de los efectos secundarios más reportados con el uso de tamsulosina y silodosina es la eyaculación retrógrada, una condición generalmente reversible y bien tolerada por la mayoría de los pacientes (7). Silodosina, en particular, ha sido asociada con una incidencia más alta de trastornos eyaculatorios en comparación con otros bloqueadores alfa, debido a su potente acción sobre los receptores alfa-1A en los tejidos prostáticos y vesicales (8). A pesar de este efecto, la mayoría de los pacientes continúan con el tratamiento debido a la mejora significativa en los síntomas urinarios y la calidad de vida (9).
En la práctica clínica, la elección de un bloqueador alfa uroselectivo debe considerar tanto la eficacia en la mejora de los síntomas del tracto urinario inferior como el perfil de seguridad, particularmente en pacientes con comorbilidades cardiovasculares que podrían estar en riesgo de hipotensión (5). Tamsulosina y silodosina son opciones terapéuticas viables, con una preferencia creciente por la silodosina en pacientes que requieren una mayor selectividad y menor riesgo de efectos cardiovasculares adversos, aunque con la consideración de los posibles efectos sobre la eyaculación (8). En conclusión, los bloqueadores alfa uroselectivos ofrecen una opción terapéutica efectiva y segura para el manejo de la HPB (tabla 1), con un perfil de efectos secundarios manejable que permite su uso a largo plazo en la mayoría de los pacientes (9). La selección del tratamiento debe ser personalizada, considerando tanto las características del paciente como la severidad de los síntomas, para maximizar los beneficios terapéuticos y mejorar la calidad de vida.
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Referencias