La vitamina D ha sido tradicionalmente reconocida por su papel en el metabolismo fosfocálcico, sin embargo, investigaciones recientes han ampliado su espectro fisiológico, demostrando una influencia directa sobre la homeostasis ósea, la masa muscular y la prevención de caídas, especialmente en adultos mayores.
Este efecto es mediado principalmente por el receptor de vitamina D (VDR), una proteína intracelular expresada en múltiples tejidos, incluidos músculo esquelético y osteoblastos, cuya activación regula la transcripción de genes implicados en la contracción muscular, diferenciación celular y remodelación ósea (1). Además, la vitamina D actúa como una hormona esteroide con efectos genómicos y no genómicos, lo que refuerza su importancia sistémica (2). El eje vitamina D–VDR modula la resorción y formación ósea a través del control de la expresión de RANKL y osteoprotegerina, elementos clave en la activación de osteoclastos. En adultos mayores, la disminución progresiva de la síntesis cutánea de vitamina D y la menor exposición solar reducen significativamente los niveles séricos de 25-hidroxivitamina D [25(OH)D], lo cual se ha correlacionado con una disminución de la densidad mineral ósea (DMO) y un incremento del riesgo de fracturas osteoporóticas no vertebrales (3).
Adicionalmente, estudios observacionales han demostrado una asociación lineal entre niveles bajos de vitamina D y pérdida acelerada de masa ósea, especialmente en mujeres postmenopáusicas, donde una concentración sérica menor a 20 ng/mL se relaciona con riesgo osteoporótico clínico elevado (4). Más allá del hueso, la vitamina D desempeña un papel fundamental en la función muscular. Se ha documentado que la activación del VDR en fibras tipo II promueve la síntesis proteica y mejora la eficiencia contráctil, reduciendo el riesgo de caídas, particularmente en mayores institucionalizados o con sarcopenia (5).
Estudios de intervención han evidenciado que la suplementación con vitamina D en dosis entre 800 y 2.000 UI diarias mejora la fuerza de prensión manual, la velocidad de marcha y el desempeño en pruebas de levantarse de la silla, especialmente en personas con niveles basales de 25(OH)D < 20 ng/mL (3). Sin embargo, se han utilizado también dosis más altas, de hasta 5.000 UI e incluso mayores, mostrando beneficios en la función muscular y el estado general en adultos mayores con deficiencia persistente (6,7). Estas estrategias de dosificación intensiva requieren supervisión médica, ya que existe evidencia de que a mayor dosis acumulada de vitamina D, también aumentan los riesgos de hipercalcemia, deterioro de la función renal y mayor riesgo de caídas en ciertos perfiles de pacientes (8). Además, se ha comprobado que la pérdida de VDR en tejido muscular se asocia con disminución de masa y fuerza, mientras que su sobreexpresión en modelos animales con envejecimiento retrasa la atrofia muscular y mejora la regeneración postlesión (4).
En adultos mayores, el déficit de vitamina D se asocia de forma independiente con riesgo de hospitalización, mayor tiempo de recuperación funcional tras cirugía ortopédica y peor respuesta a la rehabilitación neuromuscular. Estos hallazgos tienen implicaciones clínicas directas, ya que la detección temprana del déficit y la intervención nutricional pueden mejorar no solo la salud ósea, sino también la calidad de vida y la autonomía funcional (9).
Las guías actuales recomiendan mantener niveles séricos de 25(OH)D por encima de 30 ng/mL en adultos mayores, especialmente aquellos con fragilidad, osteoporosis o caídas recurrentes, recomendando suplementación con colecalciferol en combinación con calcio cuando sea necesario (10). En conclusión, la vitamina D y su receptor VDR actúan de manera sinérgica para mantener la integridad ósea y muscular en adultos mayores, modulando procesos biológicos esenciales que van desde la densidad mineral hasta la fuerza y el equilibrio postural. Reconocer su importancia permite implementar estrategias preventivas costo-efectivas orientadas a reducir el riesgo de fracturas, inmovilidad y dependencia funcional en una población en crecimiento.(1-10)
Tabla 1. Dosis y efectos clinicos y riesgos de vitamina D
Dosis (UI/día) |
Efecto clínico |
Riesgo |
Comentario |
800 a 2.000 |
Mejora fuerza muscular, prevención de caídas y fracturas |
Bajo |
Recomendado en adultos mayores con deficiencia leve a moderada (3, 9) |
2.000 a 4.000 |
Mejora adicional en masa ósea y rendimiento funcional |
Bajo-moderado |
Puede usarse en déficit persistente o condiciones con mala absorción (3, 6) |
4.000 a 10.000 |
Efecto intensivo en deficiencias severas, beneficios en sarcopenia avanzada |
Riesgo potencial de hipercalcemia en tratamientos prolongados |
No usar más de 8 semanas sin control médico (6, 7, 8) |
10.000 a 50.000 |
Dosis farmacológicas usadas en tratamientos de choque o regímenes intermitentes |
Riesgo moderado-alto: hipercalcemia, daño renal, aumento de caídas en ciertos casos |
Supervisión estricta; se usa en deficiencia grave o en regímenes semanales (6, 7, 8) |
100.000 (dosis única o mensual) |
Aumenta rápidamente niveles séricos; útil en adherencia baja o poblaciones institucionalizadas |
Riesgo alto si se repite sin control |
Usar solo como dosis de carga; no recomendada como régimen crónico (6, 8) |
Referencias