La especie humana cuenta con cerca de 104 células bacterianas de más de 1000 especies distintas en su organismo.
Entre estos microorganismos que alberga el intestino se encuentran tanto bacterias beneficiosas como bacterias que pueden ser potencialmente peligrosas para el ser humano. Las bacterias de los grupos Bacteroidetes y Firmicutes son las especies dominantes en una microflora intestinal humana saludable. En condiciones normales, las especies bacterianas se encuentran equilibradas en su huésped. El desbalance de estos microorganismos se denomina disbiosis y puede ser inducido por el uso de antibióticos.1 Así pues, en el transcurso de este escrito se tratarán aspectos relacionados con la disbiosis intestinal inducida por fármacos y se expondrán algunos de los tratamientos de prevención y control de esta enfermedad.
Existen tres tipos de disbiosis: pérdida de bacterias beneficiosas, sobrecrecimiento de potenciales bacterias patógenas y pérdida de diversidad general bacteriana. En la mayoría de los casos, se producen los tres tipos al mismo tiempo.1 La disbiosis por antibióticos no se genera solo por la toma directa de medicamentos, sino que puede tener relación con los antibióticos que se le suministran a los animales y los cultivos de consumo humano o con los fármacos que ingería la madre al estar en estado de embarazo. Así pues, las alteraciones de la microbiota por antibióticos pueden mantenerse meses o incluso años después del contacto con el fármaco causante del desequilibrio.2
Los efectos de la disbiosis por antibióticos tendrán más repercusiones si la exposición al medicamento se dio en etapas tempranas de la vida del paciente, al tratarse de un periodo crítico para la maduración del sistema inmunitario. Estas repercusiones pueden ser de tipo atópico, inflamatorio y autoinmunitarias. Por ejemplo, estudios han encontrado que hay una correlación entre la exposición temprana a antibióticos y el desarrollo de asma. Igualmente, el riesgo de padecer enfermedades atópicas aumenta si la madre fue dependiente de algún fármaco durante su embarazo.
La resistencia a los antibióticos es otra de las consecuencias del desequilibrio de la microbiota. Esta resistencia se produce mayoritariamente a partir del uso de medicamentos que han estado durante un largo tiempo en el mercado y de los fármacos aprobados para uso animal, como tetraciclina, bacitracina y cefalosporina. Sin embargo, también se han encontrado genes resistentes a los antibióticos en las primeras deposiciones fecales de recién nacidos y en comunidades aisladas, lo cual demuestra que esta resistencia puede adquirirse por diversos medios.2
Los antibióticos de amplio espectro pueden alterar un 30 % de la abundancia bacteriana, causando afectaciones en su composición y funcionamiento. Este desequilibrio incrementa la susceptibilidad del organismo de padecer infecciones y enfermedades a largo plazo. Particularmente, la diarrea asociada a antibióticos (DAA) debida a patógenos nosocomiales resalta por su alta frecuencia. En este tipo de diarrea intervienen microorganismos como: Klebsiella pneumoniae, Staphylococcus aureus y Clostridium difficile. Este último patógeno es de especial preocupación, pues puede ocasionar infecciones intratables, recurrentes, e incluso, potencialmente letales, como la colitis pseudomembranosa.2
Los antibióticos pueden alterar la capacidad innata y adaptativa del sistema inmunitario para combatir infecciones. Experimentos realizados con ratones han evidenciado que el tratamiento con antibióticos puede reducir la capacidad inmunitaria para combatir infecciones por microorganismos grampositivos, a través de la disminución de la expresión de compuestos bactericidas y la reducción de la eliminación mediada por neutrófilos. En el caso del sistema inmunitario adaptativo, investigaciones han evidenciado que tanto el complejo mayor de histocompatibilidad en el intestino grueso y delgado como los niveles de inmunoglobulina G (IgG) han mostrado una disminución tras los cambios en la microbiota por suministro de amoxicilina.2
Ante esta problemática, surge la incógnita de cómo se puede controlar la disbiosis intestinal inducida por antibióticos. A partir del conocimiento del comportamiento de la microbiota tras el suministro de fármacos, se desarrollado técnicas que buscan la prevención o la reversión de los daños causados por antibióticos.1 A continuación, se presentan algunas de estas técnicas:
Son bacterias vivas, en su mayoría grampositivas. Algunos ejemplos de bacterias probióticas son: Bifidobacterium spp; Lactobacillus spp; Lactococcus spp; Pediococcus spp. La función de los probióticos es promover la integridad de la barrera intestinal, reducir las respuestas inflamatorias y prevenir la translocación bacteriana en la microbiota. Cepas como Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus paracasei y Bifidobacterium breve han demostrado propiciar beneficios generales en la abundancia de la flora intestinal.1
En el caso de las personas con enfermedades intestinales inducidas por antibióticos que presentan desnutrición, los probióticos en forma de leche fermentada ayudan a ganar peso al modular la microbiota. Por otro lado, algunas cepas probióticas, como L. plantarum y L. gasseri pueden tener efectos antiobesidad, debido a la pérdida de peso que generan por medio de la supresión de varias vías hormonales. Esto quiere decir que, dependiendo de la cepa probiótica, se obtendrán distintos beneficios, los cuales deben ir encaminados a las necesidades específicas del paciente.1
Este método consiste en utilizar un injerto de la microbiota de un paciente sano en el paciente enfermo para restablecer el equilibrio bacteriano. Los resultados positivos más notorios con esta técnica se dan en los pacientes infectados con Clostridium difficile, con una tasa de curación del 90-95 % a nivel mundial.1 La siguiente figura ilustra este proceso:
Adaptado de: DeGruttola et al. Inflamm Bowel Dis. 2016;22(5):1137-1150.
Este es un procedimiento simple y seguro. En un inicio, el proceso se realizaba con ayuda de un enema fecal. Posteriormente, se llevaba a cabo por medio de una sonda nasoduodenal y una colonoscopia. En la actualidad, se toma una capsula congelada por vía oral, lo cual no ha causado efectos negativos y evita el uso de procedimientos invasivos como los usados en tiempos anteriores.1
La composición de la microbiota intestinal está determinada desde el nacimiento. Los niños que nacen por cesárea no tienen la misma microbiota que aquellos que nacen por parto natural. En el primer caso, el niño está expuesto a las condiciones del entorno del hospital. Se ha demostrado que los bebés que nacen por cesárea tienen una falta de bacterias de especie Bifidobacteria, que son importantes en el desarrollo del sistema inmunitario; en contraste, los bebés que nacen por parto natural evidencian abundancia de esta especie, al estar expuestos a las bacterias fecales y vaginales de la madre.1
Debido a las razones anteriores, nace la necesidad de exponer a los niños a los microorganismos comensales y patógenos que su sistema inmunitario necesita para su correcto desarrollo. La efectividad de esta técnica se ha demostrado en especies animales, que han evidenciado un mejor desarrollo tras la exposición a estos microorganismos, no solo del sistema inmune, sino también de algunos órganos y del sistema nervioso.1
En etapas posteriores, el estilo de vida también puede promover la aparición de la disbiosis. Por ejemplo, la microbiota de los humanos puede verse influenciada por los ritmos de alimentación y los cambios de zona horaria, lo cual puede resultar en obesidad e intolerancia a la glucosa.1
En conclusión, la disbiosis es una alteración bacteriana que se puede ser inducida por antibióticos. La exposición a fármacos que causan una alteración en la flora intestinal puede darse de múltiples maneras: por la toma del medicamento por parte de la madre cuando estaba en embarazo, por el consumo de alimentos vegetales o animales que estuvieron expuestos a fármacos o por la toma directa de medicamentos.2 Esto se puede prevenir o tratar a través de técnicas como el consumo de probióticos, el TMF o la exposición a factores medioambientales.1
Referencias
1. DeGruttola AK, Low D, Mizoguchi A, Mizoguchi E. Current understanding of dysbiosis in disease in human and animal models. Inflamm Bowel Dis. 2016;22(5):1137-1150.
2. Francino M. Antibiotics and the Human Gut Microbiome: Dysbioses and Accumulation of Resistances. Front. Microbiol [Internet]. 2016 [acceso el 15 de junio de 2022];6(1543). Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4709861/